TUS EMPRESAS ARCOIRIS

by in Finanzas, Opinión y Actualidad 07/07/2021

TUS EMPRESAS ARCOIRIS

Hace unos días, el 30 de junio, publiqué un tuit cuyo texto principal rezaba así: “El cliente siempre tiene razón.” Bajo el texto se podía ver una imagen que recogía el logotipo de Renault en Twitter según qué países. En unos, como España o Francia, tal logotipo mostraba el arcoíris del día del orgullo LGTB, que se celebraba el 28 de junio. En otros, como Turquía o Marruecos, el logotipo era el habitual. Al primer tuit le añadí la siguiente respuesta: “Si no te arriesgas a perder dinero no lo estás haciendo por principios sino por postureo.”

Esta chorrada de tuit puede que haya sido, sorprendentemente, mi tuit más visto y retuiteado de los muchos que he publicado. Sin embargo, tan sólo dos de las personas que interaccionaron con él señalaron que se trataba de un fake. Una de ellas, añadió que era una fabricación de “la extrema derecha homófoba para desacreditar la inclusión LGTBI.” En verdad, lo ignoro. Tendría que haber visto los respectivos logotipos el 28 de junio. Pero no fue así: por puro azar me encontré la imagen en Twitter el día 30 y la lancé sin más con un texto cuya pretensión era más bien generar preguntas que respuestas. Mea culpa, aunque realmente no tengo ningún remordimiento pues la llamada “guerra cultural”, después de haber pasado casi un año de mi vida en Afganistán, no me parece más que un frívolo y superficial “first world problems.”

Al margen de si la imagen es un fake o no, cabe preguntarse si los inversores que se consideren propietarios de las diferentes empresas cotizadas aprueban o no “la militancia” en las diferentes causas sociales, “las luchas”, en las cuales parece que se han inmiscuido últimamente muchas compañías, aunque quizá no tan últimamente. Quizá el elemento de militancia más consolidado se refiera al ecológico y al compromiso en la lucha contra el calentamiento global. No obstante, no es el único asunto donde las empresas han ido posicionándose. Por ejemplo, en contra del acoso sexual. Todos recordamos el famoso anuncio de Gilette tras el jaleo del #MeToo. Otras causas, no recientes, pero sí más recientes en el “candelabro” mediático, hacen referencia al racismo, especialmente después de los sucesos relativos a la muerte (homicidio) de George Floyd. En la presente Eurocopa hemos visto la polémica acerca del gesto de arrodillarse antes de los partidos. Todo lo relacionado con la temática LGTBI puede considerarse parte de este conjunto de “luchas” compartidas por las corporaciones, cotizadas o no. No debemos olvidar que los famosos criterios ESG representan otro elemento más de esta temática.

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Puede argumentarse que el propósito fundamental de una empresa es obtener beneficios para sus propietarios, no “salvar el mundo.” Es previsible que, en muchos aspectos, como el ecológico, las propias regulaciones solventen este problema y ambas cosas terminen necesariamente en armónica confluencia. La cuestión para el accionista giraría en torno a si es bueno para él que la compañía cuyas acciones ha comprado se “meta en movidas.” Desde luego, no se trata de una pregunta que se pueda dilucidar de manera sencilla. Si “la militancia” no conlleva riesgo porque no represente más que subirse a una ola, iniciada por otros y consolidada en el momento presente, tal “militancia” no es más que gastos de márquetin. El inversor, al margen de sus opiniones personales sobre el tema concreto de la “lucha”, no tendría por qué preocuparse. El riesgo radica en hacer lo contrario a lo que la mayoría piensa u opina y, además, militar en ello. Por ejemplo, defender el derecho al aborto por parte de una compañía no tendrá riesgo (dependiendo donde) o lo tendrá de manera asimétrica a la postura contraria, antiabortista, si bien este ejemplo y otros admitirán miles de matices.

El inversor, por otro lado, debe ser consciente de que muchas de las “luchas” son tremendamente populares y gozan de amplio consenso. Si estas revisten carácter identitario mejor que mejor debido al poder transversal del capitalismo. No es ninguna sorpresa que las grandes empresas abracen el “identitarismo.” No es perjudicial para ellas. No cuestiona en realidad nada que no pueda apoyarse en el principio de igualdad, sin ir más lejos. ¿Quién va a estar en contra? Al fin y al cabo, por ejemplo, a H&M le conviene más que una de sus dependientas sienta que tiene más en común con Helena Helmersson, CEO de la compañía, que con su compañero varón en la tienda. Helena y ella son parte de un mismo “grupo”, las mujeres. El tipo que atiende a los clientes junto a la cajera, máxime si es blanco y heterosexual, puede ser fácilmente encuadrable en un “grupo” rival, potencialmente peligroso. No obstante, puede que quizá el dependiente y la dependienta tengan más en común entre ellos, a pesar de pertenecer a sexos diferentes, como, sin ir más lejos, las condiciones laborales.

En cambio, Helena Helmersson podría no tener tanto interés en debatir acerca de las diferencias salariales entre los directivos y los empleados (de ambos sexos). O acerca de la tributación de H&M. O la deslocalización de la producción en lugares con condiciones laborales no equiparables a las occidentales, aunque en términos relativos sean mejores que las que existan en esos mismos lugares para otros trabajos. Queremos decir con esto que hay temas mucho más fácilmente “vendibles” como buena práctica corporativa que otros y que en toda polémica tenemos siempre un poco de lo que podríamos llamar el perro de Alcibíades.”

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Puede que todos estos asuntos contribuyan aún más a enturbiar la evaluación de la gestión de una empresa de lo que era antes. Y antes tampoco era sencillo. Son muchas más las preguntas que las respuestas y vemos complicado obtener algún tipo de estadística que refrende una postura o la contraria. ¿Son hipócritas las empresas en relación a todos estos asuntos? ¿Varía su postura dependiendo de dónde se encuentre y quien sea su clientela real o potencial? ¿Qué prevalece en la decisión de una empresa, su reputación corporativa o su compromiso con la lucha por los derechos humanos? ¿Ante quien se arrodillan las empresas en el lugar A y en el lugar B? ¿Se postran ante los mismos en Estados Unidos que en China? ¿Realmente asumen un riesgo o, más bien, se trata de riesgos muy limitados o controlados, “disidencia sistémica”?

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Quizá el inversor pueda responder a estas cuestiones u otras similares volviendo a la segunda parte del tuit de referencia: “Si no te arriesgas a perder dinero no lo estás haciendo por principios sino por postureo.” Esto es, si el “compromiso” de las empresas con esta u otra causa puede suponer un riesgo real y efectivo de sufrir en la realidad “pérdidas económicas”, en tal caso un inversor podría llegar a la conclusión afirmativa respecto a la veracidad del compromiso de la empresa con esta u otra causa, contra viento y marea. Claro que, en tal caso, ¿por qué motivo habría de invertir en una compañía que pone en peligro su principal fin, obtener beneficios?

Es entonces cuando la pescadilla se muerde la cola y volvemos a empezar, hablando y presumiendo de grandes ideales, pero pensando en el vil metal.

@mellizonomics & @quietinvestment

 

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