LAS LECCIONES FINANCIERAS DEL ALMIRANTE BLAS DE LEZO
LAS LECCIONES FINANCIERAS DEL ALMIRANTE BLAS DE LEZO…Y SU RIVAL EL ALMIRANTE EDWARD VERNON
No es importante lo que haces y tampoco lo que tienes sino lo que haces con lo que tienes.
No sabemos si de esta forma o de otra parecida el gran almirante español Blas de Lezo se propuso escarmentar al vanidoso Edward Vernon, su antagonista británico en la Batalla de Cartagena de Indias, allá por al año 1741 en el marco de la Guerra del Asiento (1739-1748) que enfrentó al Reino de España con el de Gran Bretaña. Lo cierto es que Vernon se plantó en Cartagena de Indias con una flota inmensa para los estándares de la época compuesta por casi 200 embarcaciones de diferentes tipos y unos 30.000 hombres, a los cuales el habilidoso Lezo se enfrentó con unos 4.000 en el fallido intento del pedante Vernon de tomar por las bravas y sin contemplaciones la ciudad situada en el norte de lo que actualmente es Colombia.
En apariencia una victoria fácil, pero, sin embargo, poco más de dos meses duró el “asedio interruptus” de los hijos de Albión antes de verse obligados a retirarse en la mayor de las ignominias perdiendo la vida casi la mitad de aquella desdichada “troupe” angloparlante, víctima de las certeras balas españolas y las enfermedades del trópico, zona geográfica donde el inglés flaquea en fuerza y voluntad.
El cruel refranero español describe este tipo de situaciones embarazosas como “ir a por lana y salir trasquilado.” Teniendo en cuenta que el vanidoso Vernon anunció su victoria a la metrópoli inglesa antes incluso de disparar el primer tiro, acuñándose incluso una moneda conmemorativa de tal “hazaña”, puede también añadirse como epílogo refranero mordaz un “no vender la piel del oso antes de cazarlo.” La guarnición española de Cartagena de Indias era un “oso muy duro de roer” y el almirante Blas de Lezo un lobo de mar que, a pesar de faltarle una pierna, sabía muy bien dónde pisar con el pie que le quedaba.
Aprendamos de este evento porque el militar español, como cualquier otro ciudadano, vive aquejado de una grave enfermedad llamada “ignorancia financiera.” Este virus le impide gestionar de manera eficaz y eficiente su ahorro y le convierte en un objetivo fácil para todo tipo de depredadores financieros, tanto de tipo institucional como los bancos, como de otros pelajes en apariencia más amistosos, como el mercado inmobiliario.
Al igual que el ciudadano medio el soldado arroja los excedentes de su exiguo salario en ladrillo y depósitos bancarios. Eso en el mejor de los casos. En el peor lo gasta todo. No obstante, dedica muchas horas y largos circunloquios con familiares, amigos y compañeros de trabajo a la búsqueda y posterior adquisición de cualquier objeto de consumo como un automóvil o un smartphone. Por el contrario, entrando en su oficina bancaria más próxima se arroja en manos del enemigo como el general Custer en Little Big Horn y aún encima sonriendo.
Es quizá la situación de nuestros militares peor incluso que la del ciudadano común pues están sujetos aquellos a cambios de destino debido a los avatares propios de la carrera militar, como los ascensos, y a otras circunstancias ajenas a su voluntad como las readaptaciones orgánicas.
El peligro de adquirir un inmueble a través de una onerosa hipoteca a largo plazo en tales circunstancias se torna elevado y a nadie dentro de esta profesión se le escapan casos y más casos de profesionales “atados” a un ladrillo e inmovilizados para actuar de manera más eficiente, como si de una monstruosa Línea Maginot de forma humana se tratara. Además, al militar español le pagan los españoles, sí, a través de sus impuestos. Pero es el gobierno quien decide la cantidad de los emolumentos que han de recibir. Sus salarios son, pues, nominales. Es decir, están desconectados de cualquier revalorización de mercado para contrarrestar al peor enemigo financiero que nos podemos encontrar: la inflación. Además, cuando se avecinan períodos de crisis es habitual que el gobierno congele o incluso reduzca los salarios de los empleados públicos, incluidos los militares. Por el contrario, no se congelan ni reducen sus deudas. No es de extrañar que tantos y tantos profesionales de las Fuerzas Armadas se hallen encerrados en su propio e infernal Stalingrado financiero.
Que la inflación es el peor enemigo del ciudadano queda demostrado incluso con una moneda “fuerte”, mejor que la peseta, como es el euro. Así, desde el año 2002, en que entró en circulación en España, el euro ha perdido casi un 30% de su valor, depreciándose de media a un ritmo compuesto anual del -1.83%:
Esto significa que 10.000€ de 2002 sólo “valen” hoy 7.050€. Es decir, lo que se podía comprar en 2002 con 10.000€ no es posible comprarlo hoy porque esos 10.000€ han perdido casi un 30% de su primigenio poder de compra, de su “valor.” Quiere esto decir que si el soldado no pone bajo una buena cubierta su ahorro el paso del tiempo terminará “quemando” su papel moneda al reducir paulatinamente la inflación el poder de compra real del dinero de curso legal. O consigue por lo menos una rentabilidad anual del 2% o acabará perdiendo casi todo, aunque por fuera diga que son 10.000€. Es como el que tiene un Leopard pero no le aplica ningún mantenimiento ni actualización tecnológica. Al cabo del tiempo termina poseyendo un carro de combate digno de exposición en museos, como las monedas antiguas, pero sin valor operativo alguno.
No es el enemigo el principal problema sino lo que no sabemos acerca de él ni de nosotros mismos. De ahí que la mayoría de las personas a las cuales conoce permanezca ajena al hecho constatado de que la inversión bursátil a largo plazo es la más segura y rentable. Esto es, ser propietario de las acciones de las empresas que cotizan en el mercado le convierte en propietario de todos los negocios que venden productos y ofrecen servicios a todos los ciudadanos durante todo el tiempo, incluidos los períodos de crisis económicas. La rentabilidad real del mercado bursátil norteamericano (descontando a la inflación) ha sido históricamente de entre el 6%-7%. Véase a este respecto la magna obra de Jeremy J. Siegel “Stocks for the long run” (“Guía para invertir a largo plazo”).
Veremos próximamente, saltando de la teoría a la práctica, cómo podría haber sido la vida financiera del ahorro de un modesto soldado si hubiera contado con los conocimientos y, por supuesto, los medios adecuados.
@mellizonomics & @quietinvestment
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La guerra financiera asimétrica
Debe aclararse que el gobierno congela el salario o no lo incrementa conforme a la inflación, sí, pero las empresas privadas prescinden del empleado (salario cero) o, en el mejor de los casos no le incrementan tampoco el sueldo (cuando no, se lo reducen, bien porque le reducen la nomina, bien porque le empeoran sus condiciones). Es más equilibrado mencionar los aspectos negativos de las dos partes.
Hola. En ambos casos hay ventajas e inconvenientes. El trabajo fijo (para el militar de carrera, que es funcionario) es per se una ventaja de estabilidad sobre el trabajador del sector privado. En este caso, cuanto mayor sea su cualificación profesional y su especialización, más a salvo estará del despido y otros avatares. También, según sea la legislación laboral de un lugar, es más complicado (caro) despedir a un trabajador con más antigüedad que con menos. S2.