LAS ACCIONES NO TE PROTEGEN CONTRA LA INFLACIÓN
LAS ACCIONES NO TE PROTEGEN CONTRA LA INFLACIÓN
Constituye un argumento repetido hasta la saciedad en el mundo financiero que las acciones, como “activos reales” que son, protegen al inversor contra los perniciosos efectos de la inflación pues las empresas reflejan en los productos que venden y los servicios que ofrecen cualquier subida general del nivel de precios. Esta observación, que ha adquirido la categoría de mantra financiero, se ha convertido actualmente en uno de los “lugares más comunes” usados por los gestores activos y también por los partidarios de la gestión pasiva. Es decir, las acciones son el mejor activo a largo plazo y fin de la historia.
Y lo cierto es que tienen razón. Lo que ocurre es que no la tienen siempre y he aquí entonces el problema. Las afirmaciones taxativas respecto a las bondades intrínsecas de la inversión en acciones a largo plazo pueden llevar a engaño al inversor. Éste puede terminar creyendo, por tanto, que no existe mejor activo y, además, en cualquier entorno de mercado, mejor que las acciones y que cualquier problema “temporal” se soluciona por el mero transcurso del tiempo y la apelación al dogma del largo plazo. Si parece demasiado bueno para ser cierto entonces es que probablemente no es cierto.
Podríamos replantear la cuestión de una manera más sencilla. Basta con formular la pregunta de la siguiente manera: ¿son las acciones la mejor manera de protegerse contra la inflación SIEMPRE? En tal caso, estamos convencidos que ni siquiera el más fanático de los gestores activos (cero en liquidez, buy&hold hasta el día del Juicio Final y 100% en acciones) pondría su mano en el fuego para sostener tal afirmación.
Jason Zweig, en el comentario al capítulo 2 de El inversor inteligente, relativo a la inflación, nos demuestra que no es verdad que las acciones protejan siempre al inversor contra la inflación. Para ello utiliza una figura que señala, respecto de cada uno de los años que van de 1926 a 2002, la relación entre la inflación y los precios de las acciones:
En los años en los que los precios de los bienes y servicios al consumo se redujeron, como ocurre en la parte izquierda del gráfico, la rentabilidad de las acciones fue muy negativa. Cuando la inflación es negativa, recibe la denominación técnica de «deflación». La reducción habitual de los precios puede parecer atractiva a primera vista, hasta que se piensa en el caso de Japón. Cuidado con las panaceas teóricas porque la realidad puede ser mucho más amarga.
A su vez, cuando la inflación superó el 6% (ejercicios del extremo derecho del gráfico), las acciones también se hundieron. El mercado perdió dinero en 8 de los 14 años en los cuales la inflación superó el 6%; el rendimiento medio de esos 14 años fue un escaso 2,6%.
Esto significa que mientras que una inflación moderada hace posible que las empresas trasladen a los clientes sus incrementos de costes, la inflación elevada provoca el caos, y obliga a los clientes a reducir al mínimo sus adquisiciones y deprime la actividad en toda la economía.
La conclusión, según Zweig, es clara: desde la aparición de unos datos fiables del mercado de valores en 1926 (y hasta 2002), ha habido 64 períodos quinquenales. En 50 de esos 64 períodos quinquenales (lo que supone el 78% del tiempo) las acciones tuvieron resultados mejores que la inflación. Es impresionante, cierto, y no cabe menos que coincidir con los gestores activos en su “propaganda” a favor de las acciones. Pero no se trata de un dogma. Lo único que significa es que las acciones han sido capaces de mantenerse a la altura de la inflación la mayor parte del tiempo, pero NO SIEMPRE. Casi siempre o la mayor parte de las veces no equivale a siempre. Así de sencillo. Y un, aproximadamente, 20% de las veces donde el “siempre” se convirtió en “nunca” es un porcentaje minoritario pero significativo.
No hace mucho tratamos en esta casa de la historia de la inflación en España al hilo de los coqueteos de algunos economistas y políticos con la recuperación de la soberanía monetaria y de la peseta. Es bien cierto que esa historia constituye un toque de alarma respecto a los desastres causados por la inflación y la consiguiente necesidad de los inversores de encontrar protección adecuada. A su vez, es verdad que las acciones ofrecerán protección, la mayor parte del tiempo, contra la inflación. Pero cuando no lo hagan es absurdo pensar que el inversor no pueda probar otras alternativas, al margen de las acciones, como el oro o el inmobiliario. Incluso cuando las acciones sí protegen contra la inflación también es posible que otros activos, como los anteriores, lo hagan y puede que, en determinados casos y períodos, incluso lo logren mejor que las acciones.
Es una tentación en el mundo de las finanzas el “pontificar” de manera taxativa y tajante sobre lo humano y lo divino, ofreciendo soluciones en blanco y negro que descansan en un poso de verdad pero que no son siempre y en todo caso y momento “la verdad.” Y no pueden serlo porque si algo nos enseña el mercado de valores es que no debemos intentar predecir su futuro. Ni con inflación ni con deflación ni de ninguna otra manera. Todo son probabilidades y estas se extraen de lo que ha sucedido en el pasado. Es necesario tenerlo en cuenta, pero en absoluto es recomendable asumirlo como verdad absoluta de cara al futuro. Especialmente porque, de vez en cuando, el futuro deja de ser lo que era, o lo que se espera de él.
@mellizonomics & @quietinvestment
Además, es probable que sea en esos momentos adversos, cuando tú necesites el dinero que has ido acumulando en acciones, cuando la volatilidad se ponga en tu contra. Es en esos periodos (en los que hay liquidez, pero no para todos), cuando el efectivo y equivalentes se esfuma justo cuando más lo necesitas 🙂
Hola Álvaro. Cierto. Es responsabilidad del inversor tomar las precauciones necesarias para no convertirse en vendedor forzoso. Fácil de decir, no tanto de hacer. Saludos cordiales y Felices Fiestas.