PONGAMOS QUE HABLO DEL IBEX35
PONGAMOS QUE HABLO DEL IBEX35
Así empezaba la nostálgica obra maestra de Joaquín Sabina. Aquí no comenzamos nada, sino que continuamos con nuestra arriesgada apuesta acerca de las bondades de la inversión bursátil a largo plazo. No nos andamos por las ramas: tenemos la osadía de usar como ejemplo al IBEX35, índice de referencia hispánico, pues de vez en cuando se hace necesario acudir a las emociones fuertes. No hay mejor lugar que la bolsa española para que al inversor se le haga un nudo en el estómago y le tiemblen las piernas.
Nos habíamos quedado en el desolado capítulo que llamamos “Los desnudos y los muertos.” Desnudos porque la rentabilidad obtenida tras 27 largos y plúmbeos años de espera bursátil no resultaba muy halagüeña. Muertos porque en la tribu (o secta) del largoplacismo más fanático muchos son los que aúllan, pero pocos son los que rezan. No obstante, antes de continuar, es necesario poner en relieve que estamos usando un escenario altamente hostil para el inversor en el sentido de haber empeorado artificialmente la ya de por sí triste experiencia indexada española. Veamos por qué.
- LOS DIVIDENDOS. Un índice bursátil debe computar su rentabilidad incluyendo los dividendos. Especialmente en el IBEX35, cuya rentabilidad media anual por dividendo durante los últimos 27 años ha sido del 4.15%. La bolsa española es amiga del rentista y no de la capitalización. Por ejemplo, en el SP500 la rentabilidad media del dividendo entre 1992-2018 ha sido sensiblemente menor que la española: 2.22%. La diferencia es sustancial. Para desgracia del inversor el dividendo no puede reinvertirse en su totalidad porque al gobierno, de la mano de sus matones de Hacienda, no le da la real gana. Se cobra éste con retención y al que no le guste pues dos tazas de caldo. QI ha decidido construir un escenario poco atractivo para el inversor y le ha aplicado una tasa del 35%, como si de Suiza se tratara. Cualquiera que consulte las tasas impositivas de otros países encontrará que en muchas partes la tributación sobre el dividendo es más onerosa que en España. En otros lugares lo es menos. Pero para testar un modelo financiero siempre, siempre, siempre es mejor restar que sumar. Sobre todo, en asuntos salpicados de riesgo regulatorio y falta de política de Estado a largo plazo sobre el ahorro.
En la realidad este atropello que nosotros perfilamos no ha sido tan grave. Por dos razones. La primera porque la tasa que se aplica a los dividendos no ha sido jamás tan elevada aquí (lo máximo fue un 27% si mal no recordamos). La segunda porque, a diferencia del inversor particular (un auténtico pringado en este caso) un fondo de inversión de empresas españolas goza del privilegio de abonar tan sólo un 1% por todas las plusvalías que dentro del fondo se generen, tanto las derivadas de la compraventa de acciones como las del cobro de los dividendos. Es verdad que éstos se abonan con la retención pertinente, pero a la hora de declarar el Impuesto de Sociedades se solicita su devolución. En todo caso puede decirse que se reinvierten con tardanza.
Resulta sangrante esta discriminación tributaria con relación al inversor individual a quien no le queda más remedio que fundar fraudulentamente una SICAV para canalizar su ahorro en condiciones similares. Los requisitos para constituir esta institución de ahorro colectivo son prohibitivos para casi todos nosotros. Al gobierno le importa un pepino que el ciudadano carezca de un vehículo individual para gestionar su ahorro. De esta forma se consagra tamaña iniquidad en nuestro ordenamiento jurídico. Siendo así las cosas, el inversor debe tener en cuenta esta ventaja tributaria de los FI por mucho escozor (justificado) que le produzca. No animamos a nadie a reclamar porque a los políticos les gusta igualar por abajo y eso significa que antes de permitir que un ciudadano goce de la misma fiscalidad que un FI esta banda de golfos apandadores preferirá igualar el régimen fiscal de los FI al del ciudadano y no, por supuesto, al revés.
Que conste, pues, que nuestro escenario tributario en relación con el dividendo es peor que aquel que en realidad se encuentra el inversor indexado al IBEX35 a través de un fondo de inversión.
- LAS COMISIONES. QI asumía unos gastos generales del FI indexado al IBEX35 bastante elevados, un 1.5% que había que restar a la rentabilidad ya minorada de un IBEX35 Net Return (el IBEX35 Total Return pero con un 35% menos en el dividendo). Una auténtica estafa. Que un fondo índice tenga unos gastos generales de esta entidad es claramente abusivo para cualquier cliente. En realidad, un FI indexado no debiera tener un coste superior al 1% sobre el patrimonio invertido y, aún así, un 1% nos parece elevado. Ni siquiera pedimos los costes excepcionalmente bajos de un Vanguard o un Amundi pero podríamos hablar de un coste entre el 0.50%-0.75% que se nos antoja, si bien no barato, por lo menos relativamente razonable y alejado del bandolerismo.
Es posible que el lector opine que nos hemos pasado aplicando semejante comisión del 1.5% en nuestra despiadada simulación. No obstante, le recordamos también que los fondos índices más veteranos de nuestro mercado, como los comercializados por ING y Bankia, tienen unos gastos generales muy parecidos que traspasan el 1% aunque sin llegar en ningún caso a los extremos usureros que plantea QI. Por otro lado, y conviene no olvidarlo tampoco, existen fondos que cobran comisiones más elevadas que ese 1.5% pero que no se declaran fondos índices ni de gestión pasiva, aunque en realidad lo son en parte o en gran parte.
Por tanto, al igual que sucedía con los impuestos sobre los dividendos, el escenario real al que se enfrenta el inversor no es tan despiadado como el planteado por QI. Digamos, por no ser excesivamente complacientes, que asuma un coste del 1%, un 0.5% menor que el planteado en esta masacre que hemos realizado con el desdichado IBEX35. De nuevo, como en el caso de los dividendos, mejor resta antes de sumar si bien la tendencia es que el paulatino incremento de la industria de los FI y la mejora en la tecnología proveerán costes más bajos en el futuro a medida que se siga profundizando en la democratización de los mercados financieros. Algo que, por supuesto, no puede presumirse de los impuestos, sujetos al arbitrio constante del político de turno. Dicen que la bolsa sube dos terceras partes del tiempo y baja una tercera parte de este. Con los impuestos es al revés: bajan una tercera parte del tiempo y suben dos terceras partes de este.
- LA INFLACIÓN. Al IBEX35 Nominal que obteníamos después de descontar los impuestos confiscatorios sobre los dividendos del 35% y las comisiones usureras del 1.5% restábamos sin ningún tipo de contemplaciones la inflación padecida estoicamente por España entre 1992-2018 medida según el Índice de Precios al Consumo o IPC. Obteníamos así un IBEX35 Real muy desesperanzador en relación con el flemático IBEX35 Total Return del mundo de colores de Pin y Pon.
La tasa media de inflación en España entre 1992-2018 ha sido del 2.56%. Desde que se establece la irrevocabilidad del cambio euro/peseta, desde 1999-2018, lo fue del 2.18%. Desde que definitivamente entra en vigor el euro, en 2002, del 2.01%. Desde la Gran Recesión en 2008, de un moderado 1.24%. La inflación no ha muerto, existe. Es un enemigo despiadado y cruel capaz de reducir a largo plazo la rentabilidad del inversor a casi la mitad. No hay que tomársela a la ligera.
Sin embargo, el IPC plantea muchas controversias. Sin ir más lejos su cálculo. O el problema del efecto sustitución y la aparición de nuevos productos y servicios. Pero también su aplicación concreta en la práctica pues una media nacional bien puede afectar de manera diferente a un inversor que a otro. Primero, dependiendo de donde viva pues no es este comensal insaciable devora-patrimonios un fenómeno homogéneo. Segundo porque depende también de los particulares hábitos de consumo de cada uno pues tampoco es homogéneo este molesto convidado insaciable en todos los productos y servicios.
No obstante, creemos conveniente tomar alguna referencia. Quizá en las circunstancias actuales ese 2.56% del período 1992-2018 resulte demasiado elevado. Puede que el 1.24% de los últimos 11 años sea demasiado bajo. Es difícil de saber y no creemos que nadie pueda asumir ni una cosa ni la otra. Por eso quizá lo prudente es que el inversor tome una referencia no tan baja como la actual ni tan alta como la pasada, como por ejemplo del 1.5%-2.0%.
En nuestro controvertido modelo machaca-IBEX asumimos la inflación señalada por el IPC e incluso dejamos el año 2014 en inflación 0. En ese ejercicio el IPC fue negativo y en puridad el IBEX35 Real debiera revalorizarse en la misma medida. No lo hemos creído conveniente porque, repetimos por enésima vez, mejor restar que sumar. En eso consiste la prudencia financiera. De todas maneras, como medida de rentabilidad, el inversor puede tomar la del IBEX35 Nominal, ya suficientemente sangrado, después de impuestos por plusvalías (de haberlas, claro).
- EL ÍNDICE. Podríais haber elegido el SP500, nos dicen. Si se trata de demostrar las bondades de la inversión bursátil a largo plazo qué mejor ejemplo. Nuestro punto de vista ha sido el contrario. Si vamos a demostrar las bondades de la inversión bursátil a largo plazo lo mejor es elegir una bolsa problemática, como la española. Hay que optar por un escenario malo y, no conformes con eso, empeorarlo. De lo contario el inversor puede confundir las expectativas con la amarga y triste realidad.
Son razonables las críticas al IBEX35: es el principal índice de una economía, la española, con graves problemas económicos tanto coyunturales como estructurales; es un índice mal construido y debiera edificarse por capitalización; no necesita 35 empresas, con 20 o 25 (atendiendo a la capitalización) más de dos terceras partes del mercado bursátil nacional estarían representadas; hay muchos bancos y eso distorsiona la composición del índice; debiera ser un índice Total Return, como el DAX30, y dejarse de mamarrachadas … Todas nos parecen bien y puede que hasta pocas nos parezcan.
Por otro lado, puede no ser tan descabellado elegir el IBEX35 puesto que dos terceras partes de sus ingresos se generan fuera de nuestras fronteras e incluso algunas compañías, donde la mayor parte de su cifra de negocios y beneficios se generan en España, presentan un marcado carácter defensivo e incluso monopolístico u oligopolístico. Puede decirse también que a largo plazo o muy largo plazo las rentabilidades bursátiles tienden a parecerse más que a divergir debido al fenómeno de la reversión a la media, asunto este bastante polémico y propenso a la controversia.
En todo caso, una estrategia de guerra y una táctica de combate, como sostenemos en La Guerra Financiera Asimétrica, deben testarse en campos de batalla difíciles y entornos infernales. A las malas, cuando todo el mundo palidece y le castañean los dientes, y no a las buenas, cuando todos se creen W. Buffett porque el ciclo acompaña y hace buen tiempo, es cuando debemos probar nuestro armamento financiero.
- EL TIEMPO Y EL MOMENTO. Tanto como 27 años nos parece un período más que suficiente para evaluar cualquier escenario bursátil. Los años 1992-2018 plantean, además, un desafío de “momento” pues tanto el ejercicio de inicio como el ejercicio final terminan en rojo, con el consabido menoscabo de cualquier medición de rentabilidad pues duro es empezar perdiendo y más duro si cabe terminar también perdiendo. Qué mejor manera de comprobar si vale o no la pena invertir en bolsa.
Hay que decir que vamos a tratar también de los resultados del IBEX35 en dos períodos más cortos. Uno, 2000-2018, 19 años que harían palidecer de terror a Harry el Sucio, y el otro, 2008-2018, 11 años donde se reciben más palos que en un combate con los ojos vendados contra Muhammad Ali en sus buenos tiempos. Estas tres perspectivas constituyen un auténtico desafío para el inversor y una manera inmejorable de averiguar la respuesta a la pregunta que de alguna forma inició esta saga:
¿Vale la pena realmente invertir en bolsa? ¿Cumple la compra de acciones la función primordial de conservar el patrimonio del inversor? ¿Es posible, además, obtener algún tipo de rentabilidad?
Vayamos por partes. Hemos visto lo que ocurría desde 1992 hasta ahora. No obstante, lo que hay que ver es cómo le habría ido al inversor que periódicamente invierte en bolsa, en este caso en el paupérrimo IBEX35. ¿Conseguirá sobrevivir? ¿Recibirá una somanta de palos?
Próximamente, el camino del dolor infinito.
Esperando la continuación del post!!! Excelente, como siempre, muchas gracias.
Muchas gracias César!