¿ERES ACCIONISTA DEL BANCO DE SANTANDER? ¡PUES ESTO TE INTERESA!
¿PROBLEMAS CON ANA BOTÍN Y EL BANCO DE SANTANDER?
Pues no eres el primero ni, mucho menos, tu problema es de ayer. De hecho, en 1932 A. Berle y G. Means publicaron “The Modern Corporation and Private Property” identificando lo que se conoce como “conflicto agente-principal”, es decir, la dificultad de una de las partes (el principal) para motivar a la otra (el agente) para primar los intereses del principal sobre los suyos propios.
Sostenían ambos autores que las grandes corporaciones modernas protegen a los agentes (la junta directiva) del control de los principales (los accionistas), con el resultado de que los directivos tienden a dirigir las empresas según sus propios objetivos y se desatienden de los accionistas que son demasiado pequeños y están mal informados para reaccionar. Hasta parece que rima con Ana Botín.
Dicen Berle & Means, sin demasiados pelos en la lengua:
“Lo habitual es que se dirija una corporación con el objetivo de beneficiar a los propietarios –los accionistas– y que estos deberían recibir los beneficios que se distribuyan. No obstante, ahora sabemos que un grupo controlador puede tener el poder de desviar los beneficios hacia sus propios bolsillos. Ya no tenemos certidumbre alguna de que una corporación sea dirigida principalmente para satisfacer el interés de los accionistas. La separación extensiva entre la propiedad y el control, y el fortalecimiento de los poderes de control han generado una nueva situación en la que se debe decidir si aplicamos la presión social y legal para que las operaciones corporativas sean en beneficio de los propietarios o si esta presión se debe aplicar para satisfacer los intereses de otro grupo o de un grupo más amplio.”
Un ejemplo de esta situación puede darse en cualquier gran empresa con miles de millones de activos, miles de empleados y miles o incluso millones de accionistas que, en su mayor parte, son propietarios de menos del 1% de las acciones. Suele ser el caso paradigmático, pero no, por supuesto, único. Para Berle y Means:
“En estas condiciones el control está en el poder de los directores o gerentes que pueden poner en marcha la maquinaria del poder para convertirse en un ente que se autoperpetúa, aunque, como grupo, solo posean una pequeña fracción de las acciones en circulación. En cada uno de estos casos, control mayoritario, control minoritario o control de la dirección, la separación entre la propiedad y el control se ha hecho efectiva: se ha creado una gran cantidad de accionistas que no ejercen ningún control práctico sobre la riqueza que ellos o sus antecesores han generado para la empresa. En el caso de control de la dirección, el interés como propietarios de los directivos supone una fracción exigua de la propiedad total.”
Benjamin Graham publicó “Security Analysis” en 1934, dos años después de la obra de Berle y Means, haciéndose también eco de estas inquietudes. El Decano de Wall Street abogaba de manera contundente por el uso del activismo de los accionistas para fomentar un cambio en empresas profundamente infravaloradas. Graham describió cínicamente la relación entre los accionistas y la dirección como “uno de los fenómenos más extraños de las finanzas estadounidenses.”
Se preguntaba por qué, sin importar las malas perspectivas que tuviera la empresa, sus propietarios permitían que siguiera operando hasta agotar sus recursos. Al responder a su propia pregunta, el viejo Ben escribió con sorna que era un “hecho notorio… que el típico accionista estadounidense es el animal más dócil y apático en cautividad… Hace lo que le dice la junta directiva y rara vez piensa en afirmar sus derechos individuales como dueño de la empresa y empleador de los directores. El resultado es que el control efectivo de muchas, quizá la mayoría, de las corporaciones estadounidenses no lo ejercen aquellos que, en conjunto, poseen casi todas las acciones, sino un pequeño grupo conocido como la directiva.”
Graham creía que:
“… las corporaciones son las criaturas y la propiedad de los accionistas que las poseen; que los directores son empleados asalariados de los accionistas; y que la junta directiva, se escogiera como se escogiera, era en la práctica una administradora cuyo deber legal es actuar únicamente en favor de los dueños de la empresa.”
Todo lo que se necesitaba para cambiar el curso de las cosas era “reafirmar los derechos de control que son inherentes a la propiedad.” Algo a todas luces complicado para el pequeño accionista y de lo que se aprovechan los CEOS no propietarios que dirigen en su propio provecho y para sus propios fines aquellas empresas cuya propiedad se halla dispersa y atomizada. Como, por ejemplo, Ana Botín y el Banco de Santander.
Quizá este problema, agente-principal, le resulte familiar. Puede que en las grandes empresas cotizadas españolas suceda algo parecido. Seguro que es capaz de ofrecer varios ejemplos aparte del protagonizado por el Banco Santander. Pero no se cuelgue medallas por identificar este conflicto: Berle, Means y Graham ya lo hicieron antes, casi un siglo antes.
@mellizonomics
* Fuente: “Deep Value”, Tobias E. Carlisle; “Security Analysis”, Benjamin Graham y David L. Dood; “The Modern Corporation & Private Property”, A. Berle y G. Means.
* En la sección Tools puedes encontrar la versión inglesa de “The Modern Corporation & Private Property”, obra que, desafortunadamente, no se ha traducido al español.