Disrupción, destrucción creadora y jaquecas inversoras. Prisa y Vocento (II)
Si en el ámbito audiovisual las cosas no habían ido del todo bien y lo que antes era muy bueno ahora sólo resultaba pasable, lo cierto es que en el campo de la prensa escrita todo ha ido a peor y no está muy claro que vaya a ir a mejor. Atresmedia y Mediaset siguen ganando dinero y no tienen deuda pero ni el marco regulatorio español ni el porvenir del subsector invitan quizá a demasiadas alegrías. O mejor dicho, a cierto grado de certidumbre porque los negocios que cambian demasiado o son forzados a cambiar plantean el inconveniente de la previsibilidad, amiga fiel del inversor largoplacista.
En el caso de la prensa escrita el golpe disruptivo ha sido incluso peor. Muestra de ello es lo sucedido con los dos representantes del sector en nuestro mercado continuo, Prisa y Vocento. En el primer caso, la ominosa década disruptiva ha provocado lo siguiente:
Lo más grave no es ya el desmoronamiento de la cifra de ventas al vertiginoso ritmo del -11% compuesto anual sino la delicada situación patrimonial, con un patrimonio neto atribuido a la entidad dominante ya negativo por tercer año consecutivo, uno de los identificadores típicos de cualquier chicharro. Es verdad que la gestión no ha sido buena y, lo más llamativo, tampoco ha cambiado a pesar de estos resultados. No obstante, a nivel operativo la entidad muestra resultados positivos entre 2013-2016 y el último bienio no es tan malo pero, al final, los gastos financieros ahogan a la compañía, que ya ha pasado por procesos de desinversión de activos, titulización de deuda y otros avatares nada edificantes.
Es una pena lo de Prisa. Tenía un activo intangible de un valor enorme y que no era otro que el del anticapitalismo cool, un producto para el cual existe un amplio mercado que demanda continuamente re-afirmación ideológica, pero de la guay, de la que queda bien y no te hace parecer un paleto chavista. Es increíble que lo hayan arruinado. El mensajero no debería creerse sus propios mensajes. En este caso no debería ni leerlos.
Por su parte Vocento, que inoportunamente comenzó a cotizar en 2007, también ha paladeado el amargo sabor de la destrucción creadora:
Aparte de perder patrimonio neto al nada desdeñable ritmo compuesto anual del -9.9%, las ventas se han ido diluyendo al son de un -7.6% anual. Sin embargo, la situación de Vocento no es idéntica a la de Prisa porque ambos tienen negocios diferentes por mucho que compartan sector y subsector de actividad. De hecho, recientemente ha saltado a la palestra de la actualidad inversora la apuesta de Paramés y Cobas por el grupo de comunicación.
Es curioso lo anterior cuando es bien conocido (porque así lo reconocieron tanto Paramés como sus antiguos compañeros de Bestinver, ahora en Azvalor) que Vocento había sido uno de sus errores de inversión y que tal fallo había tenido su origen en este asunto de la disrupción, algo que ellos mismos habían anticipado que ocurriría pero no con tanta rapidez como con la que finalmente sucedió, dando así al traste con la inversión.
La tesis actual de Cobas parte de considerar que el valor de Vocento, aparte de por su baja deuda, reside en su posición privilegiada en cuanto poseedora de muchos periódicos de tipo local que operan sin competencia en un ámbito geográfico determinado obteniendo así un moat publicitario, idea no original de ellos sino de Buffett. Puede que tampoco de Buffett pues aquí todos nos copiamos a todos.
Tanto lo relatado en el post anterior respecto a Atresmedia y Mediaset como ahora lo señalado para Prisa y Vocento invitan a grandes y profundas reflexiones acerca de cómo lidiar con empresas afectadas por procesos disruptivos que difícilmente volverán a ser lo que eran. Vale la pena pensar sobre eso y pronto le dedicaremos cierto espacio a este interesante asunto.
Pero primero, y haciendo un pareado, veremos un último caso disruptivo en nuestro venerado mercado continuo.