¿CONCENTRAR TUS “APUESTAS” O DIVERSIFICAR? ¿“HOLDEAR” O “TRADEAR”?
¿CONCENTRAR TUS “APUESTAS” O DIVERSIFICAR? ¿“HOLDEAR” O “TRADEAR”?
A la tierna edad de 40 años, Jim Simons dejó atrás una remarcable carrera como matemático y fundó Renaissance Technologies LLC, también conocida como RenTech o RenTec, especializándose en el trading a través de modelos cuantitativos derivados de análisis matemáticos y estadísticos. La joya de la corona de RenTech fue el archiconocido Medallion Fund, cuya exitosa trayectoria comenzó en el ya lejano 1988. Durante el período comprendido entre 1988-2018, este fondo obtuvo una rentabilidad bruta anual del 66%, un 39% después de gastos de gestión y comisiones sobre los beneficios. Semejante performance y durante tanto tiempo han catapultado a Simons al Valhalla de los mejores inversores de todos los tiempos. Su trayectoria y su metodología nos permiten, además, poner sobre la mesa varios de los temas fundamentales que preocupan a los inversores.
Uno de ellos era si se precisaba algo más que buen temperamento y un carácter apropiado a la hora de obtener un éxito remarcable en el mercado de valores. Desde que las finanzas conductuales han irrumpido en el grisáceo mundo de la inversión hemos pasado del “inversor racional” al “inversor sesgado” en menos que canta un gallo. Se apela a que el comportamiento del inversor representa, por ejemplo, un 90% de su éxito mientras que el 10% queda reservado al conocimiento, experiencia, técnica, suerte, inteligencia y otros factores. De eso tratamos en el post anterior y ya ahí mostramos nuestro desacuerdo usando a Simons como ejemplo, que ni era un inversor como los demás ni una persona con una inteligencia sobre la media ni cualquier otra característica de la narrativa del “tú sí puedes si te lo propones” que ahora impera por doquier. Pues no, antes de crear “la máquina de hacer dinero más asombrosa de la historia”, Simons ya tenía un currículum como matemático impresionante.
Aparte de no ser necesaria una inteligencia excepcional para obtener resultados extraordinarios, domina la opinión, especialmente en el ámbito del análisis fundamental y, particularmente, en el del value investing, que lo importante a la hora de obtener el éxito bursátil es el operar poco con las acciones y el adquirir un reducido número de ellas que posean unas características económicas que las protejan de la competencia (un moat o foso defensivo y una alta rentabilidad sobre el capital invertido), de tal manera que este ramillete de escogidas crezcan y crezcan sin parar en beneficios y cotizaciones a lo largo del tiempo. Los mantras popularizados por Buffett y Munger y otros inversores value han creado en el imaginario colectivo de la comunidad inversora la errónea idea de que en “concentrar y holdear” está la clave del éxito. Difícilmente esto puede ser cierto.
RenTech realizaba entre 150.000-300.000 pequeñas operaciones ¡al día! y rara vez el período de permanencia de un activo excedía los ¡2 días! Es más, todas estas operaciones tenían lugar no ya con una infinidad de acciones sino con cualquier otro activo, como bonos, divisas o materias primas. Esto es, la diversificación era inmensa. Podría señalarse que esto no es value investing y que Simons se dedicaba a otro deporte. Bien, démoslo por bueno, pero eso no demuestra que una diversificación extrema y un período de tenencia de los activos ínfimo, acompañado de una negociación elevadísima, no pueda constituir un medio eficiente y eficaz de obtener ganancias. De hecho, Simons demuestra que lo es. (Lo es en el caso de Simons, queremos decir, para quien no entienda bien).
Pero es que ni siquiera esta pretensión del value investing de comprar excelentes compañías y mantenerlas en cartera durante décadas se ajusta a la realidad. Empezando por Buffett, que alcanzó sus mejores rentabilidades haciendo justo lo contrario de lo que posteriormente realizó con Berkshire Hathaway, cuando era un Gordon Gekko de las praderas. Es más, tampoco es que su tasa de rotación de activos hiciera justicia a sus propias palabras. Se estima que la tasa de rotación de activos de BRK ha sido del 50%, esto es, un período de permanencia en cartera de dos años. El adorado Peter Lynch tenía una tasa de rotación de activos del 300% aproximadamente. Es decir, las acciones le duraban en cartera 4 meses, pero todo el mundo en Fintwit presume de Ten-Baggers, es decir, inversiones que aumentan 10 veces su valor en bolsa. El propio padre del value investing, el ínclito Benjamin Graham, señalaba un plazo de tenencia de 2 años como máximo. Si en ese tiempo una acción no alcanzaba sus objetivos de rentabilidad mejor era venderla y así evitar caer en una trampa de valor. La diversificación extrema también era, pues, una característica de Graham y de alguno de sus más aventajados discípulos, como Walter Schloss. (No obstante, Graham debe una gran parte del éxito de su carrera a una sola inversión mantenida durante muchos años, historia a la cual hicimos referencia aquí.)
Sin lugar a dudas el “relato” de la concentración y el “holdeo” se ha impuesto en la comunidad inversora por influencia de inversores como Buffett y Munger o Philip Fischer. Quizás lo que ocurre es que la gente sólo se acuerda de las acciones que han, efectivamente, “holdeado” todos los ilustres value investors, pues nadie lleva la cuenta de las que han resultado ser errores de inversión claros o, sin ser errores, mediocridades o medianías. Lo cierto es que, por mucho que le pese al inversor de Fintwit adicto a los aforismos de la concentración, el “holdeo”, el largo plazo, la empresa para toda la vida y un largo etcétera de lugares comunes y generalizaciones huecas, lo mejor que se puede hacer es comprar y vender acciones manteniendo una diversificación razonable siempre que sea necesario, sin prejuicios de ningún tipo.
¿Pero cómo no va a ser así? Menos del 2% de las empresas que actualmente existen alcanzan los 100 años de vida. La mitad de las compañías que hoy (y ayer) cotizan en bolsa desaparecen tras una o dos décadas. Incluso las mejores empresas, las que en un momento determinado el inversor cataloga como “para toda la vida”, perecen sin remedio. En los últimos 15-20 años han desaparecido de la revista Fortune 500 más de la mitad de las compañías. Lo cierto es que, en un entorno de libre mercado y competencia, presidido por la disrupción tecnológica y la destrucción creativa, lo normal será que la mayor parte de las empresas fracasen y que buena parte de las que triunfen lo hagan con fecha de caducidad. Lo que en la práctica significa comprar y vender muchas veces, en un continuo proceso de ensayo-error, muy alejado de las ensoñaciones del “una empresa para toda la vida” y “el momento de vender una buena empresa es nunca.” El inversor retail puede creer, en cambio, que en su tiempo libre posee una capacidad de análisis tal, que es capaz de predecir con éxito los supervivientes y triunfadores futuros de este despiadado darwinismo empresarial. Pero nosotros albergamos serias dudas al respecto.
Efectivamente, hay que comprar y vender tantas veces como sea necesario y, probablemente, diversificar lo suficiente si queremos obtener buenos resultados bursátiles. La otra opción es la “excelfilia”, con una columna infinita de crecimiento compuesto anual de una empresa que no se va a vender nunca. ¿Para qué has comprado entonces las acciones? ¿Para que te encaje el Excel?
@mellizonomics & @quietinvestment
Excelente post como siempre. Gracias Santiago y David.
Hola Fran. Gracias a ti por leernos. Vamos a ver qué pasa con la inflación. Un abrazo.