Disrupción, destrucción creadora y jaquecas inversoras. Mediaset y Atresmedia (I)
Sostiene Joseph Schumpeter que el proceso de destrucción creadora constituye el hecho esencial del capitalismo, siendo el protagonista central del proceso innovador. A través de él los nuevos productos destruyen a las viejas empresas y modelos de negocio. Lo disruptivo, como sinónimo de ruptura brusca, enlaza con el anterior concepto y hace referencia a las innovaciones que provocan la desaparición de productos o servicios antes consolidados y ampliamente usados por la sociedad que, de manera casi súbita, pasan a ser considerados como inferior a lo nuevo en cuanto a sus prestaciones. Esto enlaza con la migraña del inversor y sus errores.
Así, los errores de inversión pueden tener varios orígenes. Uno, el fraude de los gestores. No es lo habitual, pues el delito puede acarrear graves consecuencias penales. Para más inri al final es difícil que no te pillen y, sobre todo, para qué “fraudear” cuando es más práctico “trampear” y, además, no está prohibido. Otra de las fuentes de dolorosas jaquecas inversoras la constituye la deuda. O mejor dicho, la mala calibración de la misma.
Por último, dado que es el tema que aquí hoy se trata, el tercer foco de problemas parte de la irrupción, o más bien disrupción, de innovaciones varias que cambian radicalmente la manera de prestar servicios o fabricar productos. Como por ejemplo, la aparición de Internet, que ha perturbado los antiguos cauces del mercado publicitario.
Sin entrar a comentar el aspecto regulatorio ni el proceso de concentración del sector ni el resto de tejemanejes “politiquiles”, sí nos gustaría señalar que, a pesar de tanto “mamoneo” y favoritismo, lo cierto es que hace 10 años Tele5, ahora Mediaset, y Antena3, ahora Atresmedia, presentaban el patrimonio neto, ventas y beneficio neto (normalizado) que abajo puede verse:
Una década después los anteriores parámetros son los siguientes:
Con más patrimonio neto, esto es, más capital, se generan unas ventas ligeramente inferiores o ligeramente superiores a las que se obtenían hace una década para ofrecer, al final, una disminución compuesta anual del beneficio neto del -7.7% en el caso de Mediaset y del -4.4% en el de Atresmedia. Y eso que, con la salvedad del ejercicio 2007, el 2016 ha sido de los mejores del último decenio para ambas entidades.
Las cosas aún pueden ser peor. De hecho lo fueron porque el proceso disruptivo caracterizado por un nuevo reparto de la tarta publicitaria de la mano de Internet vino acompañado de la Gran Recesión, especialmente virulenta en España y particularmente dolorosa para ambos grupos audiovisuales, cuya cifra de ventas se genera prácticamente en su totalidad en un único país. A este cóctel podría unirse también las nuevas alternativas que sacuden el sector, tales como la televisión a la carta, aunque esto ya se encuadra en el capítulo de desafíos futuros.
Este fenómeno, fácilmente contrastable en la contabilidad de Mediaset y Atresmedia a lo largo de la última década, pone de manifiesto también que, en ocasiones, ni siquiera en plan oligopolio o duopolio privilegiado y pastoreado por los próceres de la patria, se puede modificar el curso de la historia. En todo caso es posible retrasarlo.
Sirva todo lo anterior como ejemplo que invite a la prudencia del inversor a la hora de no calibrar adecuadamente el potencial grado de cambios que puedan afectar a la empresa cuyas acciones adquiera y su correspondiente modelo de negocio.
Próximamente, con más ejemplos, ahondaremos en esta cuestión.